martes, 26 de abril de 2011

“De corazón abierto pero echado para adelante”

Por Andrés Valencia

Al caminar por las calles de Medellín, luego de acordarme de una frase de Carlos Sánchez Ocampo según la cual “el periodismo es un viaje a pie”, me encontré con un pintoresco personaje en uno de los semáforos de la Avenida Bolivariana, en el occidente de la ciudad: Alex Cardona, quien se siente orgulloso de la personificación “paisa” de Charles Chaplin.

Alex se define como un joven “de corazón abierto pero echado para adelante”. Se viste con sombrero, traje elegante, un bigote pintado y una corbata de Tasmania y dice que hace las mejores interpretaciones de este famoso actor, con lo que se gana la vida desde hace más de diez años.

“Me gustaría hacerle una renovación a mi personaje, un poco más futurista, algo así como Charles Charlón”. Alex es un personaje alegre que le saca la sonrisa a más de uno, pero su vida no ha estado llena de sonrisas ni de alegrías; por el contrario, ha sido dura, colmada de sacrificios y con una historia poco común.

Alex dice que se siente un joven de corazón abierto porque también tuvo complicaciones cardiacas, años atrás. Aunque no quiso dar muchos detalles, dijo que a veces le toca dejar de trabajar e irse a casa temprano, porque los médicos le dijeron que no se podía esforzar mucho.

Conserva dentro de sí mucha energía y entusiasmo, los cuales deja en las calles con tal de sacarle una sonrisa a los que, diría yo, tienen la fortuna de verlo.

Cuando tenía cinco años, Alex y su hermano mayor fueron abandonados por un hombre que se enamoró de su madre y que los veía a ellos como un impedimento.

El señor, del que omitió su nombre, los montó en un carro, los llevó a un lugar desconocido para ellos y allí los dejó a la deriva. Luego fue recogido por Bienestar Familiar, donde permaneció durante un buen tiempo debido a que no se amañó en ninguno de los hogares a los que lo mandaron.

A los 12 años llegó a un Centro de Recepción de Menores. Allí estuvo sin poner mucho problema, sin consuelo y sin oposición, hasta que un día le dieron salida para que jugara con los demás compañeros “y apenas pude me les volé”, dijo sonriente y orgulloso.

Estuvo en la calle durante un tiempo, pero lo único que quería era encontrar a su madre. Por fortuna no tardó mucho en hallarla. A los 13 años tuvo por fin la dicha de reencontrarse con ella, pero nunca supo nada de su hermano.

Alex siempre estuvo interesado por el teatro. Ni él ni su madre tenían el dinero suficiente para poder estudiar, situación que nunca les importó porque no se quedó estancado.

“Soy una persona con muchas capacidades, quiero salir adelante y yo sé que soy capaz”. Por eso comenzó a interpretar a su personaje favorito, Charles Chaplin, después de ver muchas de sus películas. Él mismo se hace la ropa, eso me dijo, mientras me mostraba su sombrero nuevo, que no parecía tan nuevo, pues estaba sucio y descosido.

La gente ya lo reconoce y a veces lo saluda. Durante la entrevista lo saludaron unas diez personas; eso sí, con caras de viejos amigos. Le pregunté sin titubeos, ¿a qué se debe tanto reconocimiento? Y me contestó: “es que me hago sentir mucho de la gente”.

Alex ha recorrido gran cantidad de pueblos y ciudades con su personaje, con su carisma y con su actitud se ha ganado el cariño de la gente. En toda parte le ha ido bien y siempre ha tenido al menos con qué comer y con qué dormir. “Tampoco hay que ser ambicioso”, dijo sonriendo.

“¿Que cómo me va? Gloria a Dios, bien, no me gano mucho, pero sí lo necesario”, aunque lo que más le gusta que puede ver a la gente reír; eso le da más ganas de continuar y de seguir haciendo lo que hace.

“Esto me ha dado mucha educación y mucho respeto por la gente, es una jornada de todo el día que, para mí, por lo general siempre empieza a las nueve de la mañana y se acaba como a las cinco, acuérdese que el corazón no me deja. Pero usted sabe, sacándola adelante como el elefante…”

Antes de irme le tiro la “liga” que le prometí antes de empezar la entrevista. Le digo que estoy agradecido porque pensé que no iba a encontrar una buena entrevista, pero la encontré. Le di un fuerte apretón de manos y me despedí.


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