domingo, 24 de abril de 2011

El arte de la lutería va de la mano de Óscar Molina

Por Laura Gómez Ángel 


La lutería es un arte que se basa en la construcción de instrumentos folklóricos, un medio con el que trabaja Óscar Molina, que no nació entre selvas ni montañas pero sí en otra selva de cemento y contaminación: Bogotá.

La educación universitaria no es lo suyo, solamente estuvo seis meses estudiando Comunicación Social en el Externado de Colombia. Sin embargo, sí le gusta estudiar, hizo dos cursos de guitarra y uno de flauta.

Molina, un bogotano de 51 años, vestido con pantalón blanco, camisa azul agua marina manga larga, pelo lacio y café claro, y un olor particular al aroma del campo es músico empírico y construye instrumentos folklóricos. Además es papá, tiene dos hijos y se declara felizmente casado.

En su aspecto físico tiene rasgos indígenas, y aunque no lo es, sí ha estado en varias comunidades de Colombia, Bolivia, Perú y otros países, viajes que ha hecho sólo por curiosidad.

Empezó a hacer instrumentos musicales por necesidad, “porque como tocaba, tocó, es muy difícil conseguir instrumentos musicales”.

Hoy se encuentra en el Palacio de Exposiciones, Pabellón Amarillo, donde se realiza la “II Versión de Expo-artesano” con el apoyo de la Alcaldía de Medellín. Él, como otros invitados artesanos, ya ha participado anteriormente en ferias realizadas por Artesanías de Colombia.

En esta ocasión se darán a conocer productos artesanales con un alto contenido de diseño, desarrollo de identidad, calidad, vigencia en el mercado y capacidad de producción.

En la entrada se encontraba poca gente pues era jueves en la mañana, hora en la que la mayoría de las personas están trabajando o estudiando, pero a pesar de eso hubo algo que llamó la atención: un peculiar aroma a campo que se tomaba la feria.

En primera instancia se hizo un breve recorrido para ver qué era lo que captaba más atención. Había stands de velas, cuadros, camas hechas en madera, tapetes de pieles, sombreros vueltíados, bisutería y muchos otros que robaban la atención del público presente.

Un sonido muy agradable parecía llevar a la gente hacia Suaty, el stand de Òscar Molina. Allí estaba sentado tocando la flauta con gran pasión para deleitar a sus visitantes. Además, estaba acompañado sus dos hijos, quienes explicaban a los visitantes lo novedoso de cada uno de los instrumentos.

Mientras esto, Óscar, tímido pero sereno, contaba cómo desde hacía 30 años, aproximadamente, había empezado en “el cuento” de las artesanías.

El prototipo de gente que viene a buscar los instrumentos de Óscar es, primero, los músicos que requieren de alguno en especial para tocar y, segundo, las abuelitas y público en general, que llegan a buscar algún instrumento para el nieto o para decorar su casa con elementos novedosos. Es por esto que este artesano hace también instrumentos que no necesitan de un especialista para ser interpretados.

¿Cuánto tiempo requiere desarrollar cada instrumento?
“15, 20 minutos o media hora, es dependiendo del instrumento”.

¿Cuánto cuesta?
“5, 10 y 15 mil pesos”.

Los materiales para realizarlos vienen del campo, la mayoría son semillas de bambú, cañas, cueros y maderas; éstas se encuentran en diversas zonas del país o incluso de otros países de la región.

Para que las personas se inclinen por estos instrumentos artesanales y no por la tecnología, Óscar Molina no los hace para un gran mercado de consumo, sino para especialistas que buscan algo en particular.

Suaty es una empresa familiar que se creó desde 1992. Los hijos de este artesano posiblemente sigan los pasos de su padre, de hecho ya lo son, pues colaboran en la elaboración de los instrumentos.

¿Tiene algún taller para enseñar a tocar sus instrumentos?
“Sí lo he hecho ocasionalmente, a veces me han contratado de alguna universidad o de alguna parte para hacer seminarios de fabricación de instrumentos”.

¿Cómo le ha ido con los talleres y seminarios?


“Pues realmente esto es un arte que no existe en ninguna universidad, ningún colegio, ningún instituto, en ninguna parte. La lutería, lo que se le llama el arte de la fabricación de instrumentos, no tiene escuela, eso es puro pragmatismo de investigación”.


Después de varios minutos de una charla agradable, Óscar se notó más calmado, sereno, comprometido y entusiasta, más accesible a las preguntas y mostró que le gusta hablar de lo que hace. Es claro que para él, su trabajo, más que un arte, es una satisfacción.

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