domingo, 24 de abril de 2011

Una amante del arte

Por Mariana Medina

Marcela Ramírez, una artista nata, realizada y capaz.




 Llegué al taller de Marcela Ramírez más o menos a las 11:00 a.m. El día estaba frío y las calles inundadas de agua. Su taller estaba decorado con cuadros y pinturas, las mesas, el piso y las sillas estaban un poco desgastadas, pero adornadas con colores cálidos, llenos de recuerdos y de emociones plasmadas en pequeñas gotas de pintura.

Cuando entré al taller vi que Marcela estaba en una mesa pintando unos marcos, y cerca de ella había una pequeña niña de unos 4 años de edad haciendo un cuadro creativo y soñador. Mientras tanto la artista le decía a aquella niña: ¿Cómo vas Nati?, deja que se seque y le ponemos el cremita”. Luego se volteó, me miró e instantáneamente me dijo: “Sigue Mariana”.

“Los niños son artistas que alimentan con su frescura”.
Yo por supuesto entré y me senté cerca de ella. Su actitud al principio era un poco distante y aunque no era la primera vez que hablábamos se notaba un poco aislada del ambiente. Empezamos a conversar sobre cosas un poco superficiales y fuimos entrando así en calor. El ambiente se tornó cálido y las preguntas fueron saliendo de mi boca sin ningún afán.

El olor a pintura y las respuestas lentas pero sabias iban surgiendo a medida que transcurría el tiempo, sus manos y sus ojos no me miraban pero estaban presentes. Mientras seguía pintando, le pregunté qué significaba el arte para ella, y sin más preámbulos, me dijo clara y concisamente:

“El arte es una compañía y una forma de expresión inigualable que nunca desaparece, siempre está presente cuando necesitamos de su ayuda, nunca nos decepciona y es un recurso muy positivo para la vida ya que se trata de un desahogo constante de emociones”. Al mismo tiempo de la claridad de sus palabras yo comprobaba la veracidad de su talento.

Con los ojos iluminados y las manos llenas de pintura, me dijo que no se arrepentía de haber escogido el arte como forma de vida, pues se sentía realizada y agradecida con la pintura, el teatro y el baile ya que según ella le han dado momentos de dicha a lo largo de su vida.

Marcela Ramírez es una artista nata, realizada y capaz que desde los 6 años empezó a dedicarse al arte. Desde niña sus padres le brindaron mucho estímulo en esta área, pues veían una fuerte inclinación artística en ella.

Estudió artes plásticas en la Universidad de Antioquia pero no terminó y aunque dice que le hubiera gustado terminar su carrera menciona que un artista tiene que tener un talento nato que no se aprende, se tiene pero se debe desarrollar. “El arte es una decisión consciente de la vida”, afirmó la artista.

Mientras pintaba sus cuadros, Ramírez decía que “el artista es muy egoísta, pues está centrado en su arte, por ello el beneficio y la gratificación es más que todo propia”.

Sin embargo, esta artista ha sabido equilibrar ese egoísmo propio enseñándole a niños y adultos todo lo que sabe y lo que ha aprendido a través de los años, por ello se siente muy orgullosa y con una estabilidad necesaria para vivir en perfecta plenitud.

En medio de alegría y entusiasmo, Marcela mencionaba que “los adultos se pueden analizar más y los niños son artistas que alimentan con su frescura“. La artista reparte sus días en clases de ballet, pintura y teatro para grandes y pequeños, por eso sus días están rodeados y administrados por el arte.

Aparte de ser una mujer con un gran carisma y dulzura, es muy llamativa físicamente, tiene una estatura media, sus ojos son grandes y de un color muy extraño. En un primer momento me pareció ver sus ojos negros, pero a medida que iba pasando el tiempo, empecé a ver que se tornaban de un color un poco más claro. Su mirada era pura y su sonrisa transparente y deslumbradora.
El arte como forma de vida.

Los minutos pasaban rápido y los ánimos de ambas aumentaban al hablar del arte. Ella con un sentimiento de satisfacción me contaba lo que la inspiraba a la hora de pintar, de bailar y de actuar. Mencionaba que cuando pinta, son los colores y las emociones los que la inspiran, y a la hora de bailar, es la música.

Por último, mientras se limpiaba las manos me dijo que el teatro abarca todas las artes. “El arte me ha enseñado a apreciar el mundo sensible del hombre, las cosas bellas, a observar la naturaleza y a fijarme especialmente en los detalles y las minucias”.

Emociones plasmadas en pequeñas gotas de pintura.

Marcela afirmó, con una sonrisa levemente dibujada, que cuando las culturas de los países se destruyen, lo único que queda es el arte que hace la historia de un país. En un instante me miró a los ojos y me dijo: “Sin arte no hay cultura y mucho menos historia, el arte es historia que se va construyendo con los años. Los monumentos, la arquitectura, las tallas y las esculturas son analizadas por medio del arte”.

Esta antioqueña se define como una mujer disciplinada, constante, sensible y enamorada de su trabajo, cualidades que claramente hacen a una excelente artista.

Marcela Ramírez me habló con su corazón, por medio de sus sueños cumplidos y por cumplir, me hizo volar y creer. Logró hacerme ver el arte en su mirada, sus palabras, sus movimientos, su sutileza y sus manos.
:p>Marcela Ramírez me habló con su corazón, por medio de sus sueños cumplidos y por cumplir, me hizo volar y creer. Logró hacerme ver el arte en su mirada, sus palabras, sus movimientos, su sutileza y sus manos.



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