miércoles, 27 de abril de 2011

Para el grupo Letras no hay nada escrito

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Por Damary Gómez Orozco
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Algunos de los integrantes del grupo en su reunión semanal en el salón Éter de Desarrollo Artístico.
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Son las 12 del día del viernes 5 de noviembre. Para unos tantos, la hora en la que entran en diálogo con sus más humanas necesidades, para otros es el momento de escapar de los afanes del día y aventurarse en el mundo inagotable del arte hecho letras a través del papel.

Este grupo ha hecho del éter su lugar de encuentro. Muebles rodeados de personajes, recuerdos, historias, fotografías y anécdotas empotradas en aquel espacio universitario que ha hecho que cada uno de sus integrantes encuentre su mejor lugar para “ser”.

Este grupo literario Letras lleva 10 años congregando amantes de la lectura y es dirigido por Lucía Donadio Copello, antropóloga de la Universidad de Los Andes.

No importa si se es joven o si se ha trajinado en el arduo camino de la vida; si se ha escogido el arte como medio de expresión o si son los números su lenguaje cotidiano; si su último recuerdo de lectura fue el resultado de un castigo por portarse mal o si definitivamente fue un impulso del espíritu para recrear mundos desconocidos.

Letras no tiene nada escrito cuando de integrantes se trata. Su equipo lo conforman personas de todas las edades con diversos tipos de vinculación con la Universidad tales como profesores, egresados, jubilados, estudiantes y demás amigos de la literatura, quienes se congregan semanalmente en el salón Éter del bloque de Desarrollo Artístico de la Universidad EAFIT.

Según cuenta Marcela Cataño, estudiante de Diseño de Producto, en este grupo literario, a diferencia de lo que muchos piensan, no sólo se lee sino que tienen la gran fortuna de conocerse a través de la lectura como proponentes de escritura. “Ninguno de nosotros nos consideramos escritores, nos queda grande ese título”, afirma ella mientras observa a sus compañeros acomodados en los muebles como listos para una tertulia.

Cada uno de sus integrantes lleva para su grupo un aporte de sus lecturas cotidianas y las comparten sin ningún orden del día. Muchos de ellos buscan en sus compañeros los más feroces críticos de literatura para mejorar sus escritos, puede ser que de ello resulte una gran obra.

De allí han surgido personajes que han incursionado en el mundo de la literatura como Jaime Espinal, pionero del grupo, quien posteriormente publicaría libros como “Open de window para que la mosca fly”, “No es una historia de amor” y “Skudmart química con la muerte”.

De estas tardes de esparcimiento han resultado buenos frutos. Una de sus obras publicadas es Arcavoces, la cual trata de un conjunto de textos cortos y poemas recopilados a lo largo de cinco años de trabajo concienzudo. Más tarde publicarían Ojo de Agua con narrativas de diferentes índoles y matices.

No contentos con su desarrollo literario publicado, en el año 2007 deciden lanzar como obra colectiva el libro “Tomo amor termina en el centro, experiencias en un apagón”.

Para estos entusiastas de la lectura el encuentro no es un yugo, están ahí por el placer de hablar sobre el tema que los apasiona. Uno a uno va llegando desprevenidamente como quien llega a su casa con la confianza de que encontrará un recibimiento caluroso, lejos de los rigurosos horarios de la vida académica y laboral.


“Y son estas las letras que de mí salen,
destilando vino y tristezas, chocolates y alegrías.Susurros que, desde siempre, van,directamente vinculados a tus sueños,atados con el imaginario e inagotable lazo de ilusiones amarillasque cuando te pienso me poseen.Así me lanzo a la vida,esperando el cruce sincrónicode una serie de casualidadesperfectas,de amor.(…)”Tomado del libro “Todo amor termina en el centro, experiencias en un apagón” del grupo literario Letras


Justo en una esquina de la habitación, una puerta de madera finamente esmaltada siempre abierta. Allí, las 12 en punto no marca la pauta para el comienzo de una buena conversación y el final de la espera por sus integrantes cotidianos o, tal vez, unos cuantos nuevos integrantes.

Con palabras entrelazadas y tal vez un tono filosófico del mundo y sus tornasoles se es difícil reconocer cuándo empieza la jornada de aquellos literatos. Indistintamente va uniéndose a la charla sin mucho preámbulo, cada uno como individuo hace su aporte, pero no es muy difícil darse cuenta de que es un pensamiento colectivo al observar caras asintiendo con franqueza.

“Al inicio eran como cinco en el grupo” cuenta Sara Farberoff, una arquitecta que encontró en el grupo una válvula de escape a los afanes de la vida laboral. Ella, a diferencia de los demás integrantes, no tuvo ningún vínculo con EAFIT hasta el día que acompañó a un amigo, quien buscaba un curso de español. En su búsqueda, alguien les explicó que había un grupo de cinco locos que se reunían a hablar de libros y demás, a lo que ella con un tono cómico respondió que ese era el que ella buscaba. Le informaron que para unirse al grupo debería tener algún vínculo con la universidad pero para ella esto no fue un obstáculo.

Posteriormente le escribiría un correo a la directora, Lucía Donadio, expresándole su deseo de pertenecer al grupo. Por ahí dicen que el que busca encuentra, pero en el caso de Sara se podría decir que encontró lo que quería y buscó estar allí. Fue aprobada su solicitud y hasta el día de hoy disfruta su estadía dentro del grupo.

Así mismo, son muchos los integrantes del grupo que buscan descifrar incansablemente el arte de escribir, en
Grupo Letras en el lanzamiento de su primer libro Arcavoces.
/ Foto cortesía del grupo Letras
su mayoría estudiantes de ingeniería, sin pasar por alto otras tantas áreas de estudio y afición. Por ejemplo, Camilo Arango es estudiante de música, Andrés Mauricio Aguirre es recién egresado de ingeniería mecánica, Wálter Artieda egresado de administración de negocios, Marcela Cataño estudiante de Ingeniería de diseño, al igual que Leydi Gómez, y muchos otros tantos.

Estos coinciden al unísono en que son un grupo algo amorfo en el buen sentido de la palabra, en el que sus engranajes marchan cabalmente para reproducir la más inspirada producción del espíritu.

Este aliento hace único a este grupo. Es una demostración de que la cultura y el arte sí pueden traspasar barreras generacionales y que hoy en día, a pesar de los atractivos avances tecnológicos, todavía hay quienes piensan que tener en sus manos un libro y hacer apuntes y subrayar es una especie de rito para la dignificación del libro que leen porque significa que allí se ha dejado una huella de sí mismo, no como una ofensa de quienes estropean con facilidad y sin sensatez un texto no abstraído con juicio o cuya intención nunca fue esa.

La heterogeneidad de los personajes que tejen día a día con sus pensamientos hilados traspasan el ánimo de aquel que sabe escuchar una buena historia a la luz del sol de mediodía. Ya son las 2:00 de la tarde. Para estos interlocutores de la vida es hora de abstraerse nuevamente al mundo innegable, pero no cabe duda de que allí no termina el vuelo de sus ensueños. Para ellos, las “Letras” no son sólo desfogue de ilusiones, es su realidad.

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