domingo, 24 de abril de 2011

Gabriel Restrepo: “Ser hippie no es el hacer, sino el ser”

 Por Gina Marcela Marín González


“Señores, saquen sus arcillas, colóquense sus delantales, cojan su bulto de papel periódico y comiencen a hacer su taco como les enseñé. Usted, quítese la corbata y usted, las mancornas. Relájense y pónganse lo más cómodo posible que la clase, hoy presiento, se gastará las cuatro horitas completas…”

Así habla Gabriel Restrepo, un hombre de cabello entre cenizo y negro. Los 50 bastones tallados por él, además de ser su equilibrio, son sus compañeros en la travesía de la última década de sus doce lustros. Con el tiempo, su curvatura en la espalda lo hizo ser más breve. Su tono de voz y sus palabras lo muestran como una persona sabia y con experiencia, aunque nunca ha dejado de lado la chispa que adquirió en su larga y pasada juventud aventurera.

Su viejo delantal azul, casi transparente del desgaste, y su boinita de jean desteñida, que le da un toque característico a su personalidad, le impregnan experiencia, sabiduría, longevidad y jerarquía ante sus estudiantes.

El Instituto Bellas Artes de Medellín ha sido su lugar de trabajo desde hace 35 años. Allí ha compartido con todos sus estudiantes su usanza del arte.

La ciudad estaba en uno de esos días de calor insoportable: los rayos de sol traspasaban las ventanas quemando como en una playa.

“Señores, vayan destapando sus bolsas de arcilla para que cuando empecemos a moldear no moldeen un pantanero. Amasen durante unos cuantos minutos para que después no tengan la ‘grata’ sorpresa de encontrar su obra reventada”.

Se dirigió a sus estudiantes, un par de hombres con trajes elegantes, quienes se veían muy interesados en aprender y en empezar a moldear sus esculturas.

“Gabo”, como es conocido en Bellas Artes construyó toda una vida llena de experiencias, enfocadas en su cultura hippie. “Paz, amor y libertad sin fronteras” fue su ideal. Participó en un activismo radical y en el uso de estupefacientes con la intención de alcanzar estados alterados de conciencia, aunque en realidad logró rebelarse ante la homogeneidad de conceptos que ofrecía el sistema en las décadas de los 60 y 70. “También busqué formas poco usuales como la meditación.
 
Su camino artístico lo inició desde muy niño. Todos los días este envigadeño, al salir de la escuela, se iba con los amigos de la infancia para las quebradas a recoger barro y así poder hacer figuritas.

Cuando le preguntaban ¿Qué va a ser cuando seas grande? tuvo períodos en los que respondía: científico, guaquero, paleontólogo, maestro o artista. “Me fui quedando con la última opción pero no dejé atrás las ciencias de la naturaleza porque nunca dejaron de interesarme; las utilizo como referencia y motivo de mis obras”.

Con cara de nostalgia recordaba su juventud cuando aún no lo afectaba ninguna enfermedad. Aunque luego dijo que tuvo una juventud loca y liberada, llena de experiencias y cosas para recordar.

“Me dejé crecer el cabello, cambié mi forma de vestir y me fui de mochilero, durante ocho años, a recorrer Centroamérica”. Muchas veces viajó solo y otras en compañía de amigos. “Por allá hacía manillas y sandalias de caucho de llanta para vender y poder conseguir plata. También me iba a acampar; en una de esas tantas concebí a mi primera hija”.

Su cultura hippie es su estilo de vida: relajado, descomplicado, calmado y sobre todo, lo que lo hace más feliz, tranquilo. Hace lo que le gusta y disfruta el medio en el que se desenvuelve. “Me metí mucho en el cuento de no ser un elemento más del cajón y seguir mi vida en paz, sin preocupaciones y sin afanes”.

Cuando “Gabo” se disponía a hacer una asesoría a uno de sus alumnos, observé el lugar y me dirigí a conocer sus obras. Sentí que su perspectiva era excepcional, que transportaba a los admiradores dentro del la obra en sí y, ante esa impresión, me planteé una pregunta: ¿cómo logra en sus esculturas esa semejanza con la vida?

Minutos después se me acercó y me preguntó: “¿Qué piensas?” Me quedé muda ante una de sus obras, un dragón envolviendo a una mujer. Le pregunté sobre el realismo de sus obras y con gracia me respondió: “Regularmente lo que hago es una biografía mía, es decir, un retrato de lo que pienso en cuanto lo que quiero hacer y la manera en como veo mi mundo. Mis esculturas son un fiel reflejo de lo que soy y pienso”.

¿Cuál fue su primera obra?
Gabriel se quedó pensando durante unos instantes y me dijo: “No, todavía no la he hecho porque todos los días hago una obra diferente; por esto mi obra maestra aún no está lista.

Me pasa algo curioso y es que empiezo a hacer una obra y nunca hago la que tengo en mente, cada vez se me van ocurriendo más ideas. Una obra le da pie a otra y esa a otra y así sucesivamente; entonces pienso que me moriré sin hacer mi gran obra maestra”.

¿Ha consumido algún tipo de alucinógeno?
“¡Huy! para inspirarme no, pero como hippie, la marihuanita sí la he consumido, eso no hay que negarlo”.

Me dijo, inclusive, que estuvo envuelto en un medio y en una cultura que lo obligó a consumir el alucinógeno, “pero jamás para trabajar consumo algo que me cause un efecto psicodélico ni psicotrópico, porque cuando voy a trabajar es a trabajar y si me voy a tomar mis copitas es a tomarme mis copitas”.


Después de esta pregunta se levantó y ofreció vasos de agua a sus estudiantes. Ellos lo aceptaron y pidieron ayuda en algunos detalles de sus trabajos. Explicó durante unos minutos y volvió a su silla con rapidez porque no era capaz de estar mucho tiempo de pie.


Al regresar me dijo: “Señorita, he sufrido mil problemas de salud debido al arte. En cierto momento sé lo que me va a pasar y no tomo precauciones. Soy muy terco y llevado de mi parecer.

Parte de la osteoporosis es debido a los químicos que uso en mi trabajo, por tratar de inventar nuevas técnicas de arte. Entonces, ¿de qué me quejo?”

Restrepo sabe y está consciente de lo que puede pasar: “Pero ¡ah! Yo manejo eso muy tranquilo y relajado, viviendo lo que hay que vivir”.

¿En qué se inspira?
“Con regularidad hay algo por ahí que me mueve en cierta ocasión y es la muerte, la plasmo mucho”. Mis obras son una lectura a mi manera de pensar”.

Los artistas se consideran personas encerradas y alejadas por el hecho de estar trabajando en una obra todo el tiempo, inclusive llegan a descuidar su vida familiar.

¿Y su familia?
Con una sonrisa nerviosa y mirando hacia muchas partes del salón, dice: “He tenido tres matrimonios y se han terminado por esa razón, porque me meto en mi cuento de la lectura o el arte”.

Parece que a su alrededor todo deja de existir. “Me considero una persona muy egoísta, pues le he dado prioridad al arte, que es mi felicidad, y no a las que fueron mis esposas”.

Gabriel no siente decepción de las cosas que han pasado porque en parte tuvo la culpa de no haber dedicado el tiempo que merece una familia y, por eso, piensa que las compañeras sentimentales tomaron la mejor decisión. “Hasta yo pienso que conmigo no se puede”.

¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?
“La investigación de materiales nuevos, por lo regular me invento alguna técnica para ponerla en las obras. La obra no es el material, es la obra en sí”.


¿A qué se dedica en su tiempo libre?
“A la talla en madera, tallo mis propios bastones, ya tengo 50. Asimismo a leer. A veces soy químico o arqueólogo. Busco guacas, este cuento es algo muy emocionante, pues por mi condición física no me puedo poner a escavar, pero estoy pendiente de todos los hallazgos y estudio cada una de las piezas que encuentro por ahí enterradas.  Por último, doy una asesoría científica”.

¿A quién admira?
“A Luis Alberto Acuña, connotado pintor, escultor e historiador colombiano, nacido en Santander, del que poco se conoce, salvo que fue el autor de la remodelación de varios de los más importantes edificios coloniales de Colombia como la casa del fundador de Tunja y la Casa del Escribano Don Juan de Vargas. También fue el constructor de su propia morada en Villa de Leyva, donde creó un museo de arte y paleontología”.

A estas alturas, la clase se fue terminando entre arcilla, moldes, madera y herramientas. Los alumnos, un poco cansados de las sillas, guardaron sus pertenecías para, después de lo que pudo ser tedioso o relajante, partir a sus casas o posiblemente a sus trabajos.

Gabriel terminó con una reflexión contundente: “Nunca me he rendido ante una gran obra, lo que se necesita para terminarla es talento. ¿Saben qué significa talento? Paciencia, inteligencia y lentitud. A uno lo que lo mata es el desespero”.

3 comentarios:

  1. Hola!
    Puedo dar testimonio del Maestro tan increible que es Gabriel Restrepo ya que desde mi adolescencia ha sido un gran apoyo en mi carrera artisca y una gran inspiracion.
    Llego mucho tiempo fuera del Pais y me encantaria poder volver a contactar a ese gran maestro y amigo.
    Muchas gracias!

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  2. PS: ATT Nisley Valencia Roman

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  3. paz en su tumba..maestro Gabo.

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