viernes, 29 de abril de 2011

Un arte de mano en mano

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Por Catalina Escobar Pérez
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Naro es una microempresa ubicada en el barrio Simón Bolívar, tiene tres integrantes de las cuales dos conforman una misma familia; Marta Lucía Pérez y Rocío Pérez son hermanas y Amparo Osorio es una persona muy allegada a la familia que ha convivido con ellas por más de veinte años.

Amparo Osorio, llamada Pao de cariño, relata una historia de tradición, amor y mucha creatividad, solo se le nota en los ojos buenos recuerdos, en su voz quebrantada una alegría profunda por haber vivido tan importantes momentos gracias al arte y las manualidades.

“¡“Naro”! cuantos recuerdos maravillosos vivimos cuando los tiempos eran felices, y Ale todavía estaba viva. Inicialmente Ale y yo empezamos a adquirir una serie de herramientas para trabajo liviano, caladoras, sierras, torno, herramienta menuda, llegó el momento en que nos vimos copadas de mucha herramienta y decidimos abrir nuestro propio taller”, dice Amparo.

Cualquier día hace treinta y dos años Noeli o Ale como toda la vida la llamaron le propuso a Amparo que empezaran a utilizar las herramientas, aquellas que le estaba estorbando en el cuarto útil de su casa finca en Manizales. Antes de eso ambas trabajaban con herramientas muy empíricas, empezaron a trabajar en todo este cuento solo por curiosidad, y porque no, por hobbie, crear, hacer, diseñar, transmitir ideas, era para ellas el objetivo principal.

Empezaron creando cosas pequeñas como mueblecitos, artesanías diminutas; luego Ale se le ocurrió la idea de convocar una compañera de trabajo para mostrarle sus nuevas creaciones, ésta le dijo que se atreviera a tomar unas medidas para hacer un closet, efectivamente fueron y tomaron las medidas y empezaron a hacer un closet. Cuando por fin lo terminaron, la clienta amiga de Ale, le dijo que enchaparan su casa, y la terminaron enchapando en azulejo, además de eso, colocaron las tinas en las duchas de los baños, enchaparon la pared, hicieron el poyo de la cocina y a partir de ahí fue que nació todo. A raíz de eso empezaron a conocer su trabajo y empezaron a buscarlas, a contactarlas.

Decidieron montar un taller de carpintería y adquirieron otro tipo de herramienta de trabajo pesado, consiguieron 5 o 6 trabajadores y un maestro de carpintería,por nombre a su taller le pusieron “Naro” porque esa sigla contenía el nombre de las tres primeras integrantes: Noeli Arias, Amparo Osorio y Rocío Pérez.

Las tres vivían en Tablaza, una vereda ubicada cinco minutos de Manizales, era una casa finca hermosa, con espacio para todo, y con la libertad que los artistas necesitan. Un día, en extrañas circunstancias que Amparo decidió no contar, llegó Rocío Pérez una joven rebelde que había salido de su casa un día hacía varios años y nunca había vuelto.

Cuando Rocío llegó no había terminado el bachillerato, por lo tanto Noeli y Amparo le propusieron validar, ella aceptó y cuando terminó su bachillerato en la Universidad Católica de Manizales en la jornada nocturna, hizo tres año de carrera profesional de Administración Turística, pero no siguió por que peleó con el profesor de inglés y Ale decidió enseñarle lo que sabía y la metió en ese mundo de artesanías.

Días más tarde se trasladaron a Manizales a un barrio residencial llamado La Rambla, trataron de seguir con la carpintería pero no se pudo por la bulla y por el polvo. Cualquier día cuando vivían en La Rambla, vieron unos cuadros de collage y pintura en óleo.

Amparo le dijo a Ale, ¿por qué no te metes a clases de collage?, efectivamente Ale entró a clase y el primer día la devolvieron, la profesora de collage le dijo a Ale: “usted no tiene nada que hacer aquí porque usted sabe hacer esto”.“Hágame un bastidor así, páseme cualquier dibujo, póngale un papel carbón, páselo, empezó a pintar y lo pintó, el primer cuadro fue el bodegón que todavía lo conservo en el comedor”, comenta Amparo.

A la casa iban las compañeras de trabajo de Amparo y de Ale, y ahí nació el taller artesanal de pintura en óleo, collage, porcelanicrón y arte colonial en collage. La academia tenía alrededor de 50 a 60 alumnos, en ese tiempo cobraban aproximadamente $40.000 o $45.000 por cuadro, incluyendo materiales. “Los sábados teníamos grupos de 20 a 30 personas, la cantidad de cuadros no la puedo decir, pero tenemos cuadros en Irlanda, Japón, Estados Unidos, Panamá, Venezuela y Canadá” añade Amparo.

Es innumerable el éxito que tuvieron, asistieron a su clase en el taller artesanal alumnos de Manizales, algunas personas de Bogotá, Cali, Bucaramanga e Ibagué. Con tantos cuadros decidieron hacer 4 exposiciones en la Alianza Colombo Francesa, en la Normal de Señoritas, en el Liceo Femenino, pero se destacaron exitosamente en La Alianza Colombo Francesa donde su exposición estuvo tres días. Esto les generó una gran satisfacción porque el salón de exposición tuvo un lleno total.

Una de las técnicas que utilizaban eran el collage en madera, que consistía en tomar un lienzo, sobre él, pegar pieza por pieza en balso, y luego pintarlo en óleo, se puede pintar en acrílico o se puede pintar en acuarela, pero ellas nunca manejaron el acrílico ni las acuarelas, siempre fue óleo.

La casa en la que trabajan antes en Manizales era una casa de tres niveles, tenían dos cuartos acondicionados para el taller, ubicados en el piso del área privada. Cada cuarto tenía sus respectivos caballetes y todos los materiales, que compraban los compraban al por mayor.

“En los noventa los materiales eran muy fáciles de conseguir muy rendidores, uno ganaba era en lo que realmente sabía, yo alguna vez, pinté un cuadro de Cartagena, el más difícil, lo sacaba y lo pintaba en más o menos tres días. Una alumna una vez fue y me dijo que necesitaba ese cuadro máximo en tres días enmarcado, creo que le pedí $150.000 con el enmarcado, entonces, me dijo: “ a no pero es que ustedes se la quieren ganar toda”, muy fácil, le dije, siéntese usted y lo hace, yo le estoy cobrando por lo que se, la señora dijo: “ ¿cuánto me demoro haciendo ese cuadro?”, por ahí trabajándolo todos los días no lo saca en 20 días, trabajándole la marquetería y la pintura, no lo saca ni en eso, bien pueda, me paga cada clase y viene, el cuadro iba para el Canadá, teníamos una amiga que vivía en Canadá y ella nos mandaba fotos de allá de su finca con todos sus paisajes para que nosotras le sacáramos el cuadro” cuenta Amparo.

Amparo recuerda que regularmente los sábados iban las empleadas del Banco Popular y terminaban en rumba, cada uno llevaba su mecato, había grecas para el tinto y el café, cada uno llevaba lo suyo, todas compartían, era más que todo un grupo de descanso, fuera de elaborar cosas bonitas. El olor a café, anís y papitas se mezclaba con el fuerte olor del óleo con el que pintaban sus cuadros.

“Eso que nosotras tuvimos en Manizales fue increíble, Ale era una mujer muy querida por todo el mundo, porque la dulzura de Ale era mucha. La inteligencia era increíble, ella te hacía desde el bordado mas chiquito hasta el más grande”.

Este boom duró del año 88 hasta más o menos el 92. Cuando Ale murió, Amparo y Rocío siguieron adelante, como una forma de hacerle un tributo a Ale su maestra y amiga del alma que las había guiado y acompañado en los momentos de calma y frenesí que tuvieron en sus vidas. Rocío y Amparo se quedaron en Manizales hasta el año 95, año en el cual, decidieron venir a vivir en Medellín con la familia de Rocío. El trío maravilloso se había desintegrado, la muerte de Ale dejó un vacío incomparable e inexplicable.

Ale fue profesora de educación física durante 30 años en el colegio Divina Providencia de Manizales, donde murió. Ella decía: “quiero morir de una y en lo que me gusta” y debido a un infarto cayó en los brazos de una alumna, cumplió su último deseo después de haber educado a miles de jóvenes que pasaban por su vida, pero sobre todo a Rocío y Amparo con las cuales vivía.

“Lo que nosotros aprendimos, tanto Ale como yo, lo que hicimos en la carpintería, la virtud de Ale en las artes era empírica, ella me lo enseñó a mí, me lo sembró, y Ale cogió Rocío y la enrrutó. Las manos de Rocío son preciosas para pintar, cuando Ale faltó todas las alumnas que iban allá decían que las manos de Noeli, encarnaron en las manos de Rocío, Rocío llegó a pintar más bonito que Noeli”
Desde que empezaron a vivir en Medellín en el barrio La América, Amparo dejó la carpintería por el polvo, y el desorden, primero que todo la incomodidad porque el lugar de trabajo era muy pequeño, y el ruido de las maquinas era muy estruendoso, su rutina de trabajo cambió, su salud empeoró y las condiciones de liderazgo en su casa también, por lo que tuvo que olvidarse de eso y retomar el punto de cruz.

“Cualquier día empecé a hacer punto de cruz y seguí, metimos a Marta Pérez a los cursos y se metió en ese mundo” dice Amparo.

Cuando Rocío y Amparo volvieron a la realidad, resolvieron reclutar una tercera persona en su equipo, e incluyeron a Marta Pérez, hermana de Rocío.

Marta Pérez cuenta que su actividad artesanal comenzó como terapia a raíz del de un cáncer de mama que le descubrieron en el 95, pasó por cirugías, quimioterapias y luego por tratamientos de rehabilitación. Ella quería debía salir de su angustia a pesar que no sufrí ningún tipo de depresión profunda convirtiéndose en un ejemplo de vida. Sus terapias empezaron con talla en madera, lo cual tuvo que dejar por el esfuerzo que debía hacer con herramientas para retirar la madera del diseño.

“Luego de intentar con la talla en madera, me entré a Actuar Fami empresas a estudiar carpintería básica, y entendí que no era por ahí.Una amiga llamada María Eugenia Gallón me ayudó a disipar mi tiempo de ocio y fuimos a un taller de una amiga de ella, la señora Amparo Gutiérrez, aprendí a pintar en tela, estuve en eso dos años, luego fui a “Arte y Cerámica”, aprendí a pintar sobre latón y pintura sobre marmolina, continuando con esto porque jamás lo he dejado, eso fue en el 97 o 98. Muy cerca de ahí había otra academia llamada “Artenet”, aprendí bordado tradicional, telar, pintura sobre madera vidrio tela, etc., pase ahí 6 años como alumna y profesora” cuenta Marta.

Siguió adquiriendo conocimientos y entró al taller de la señora Marta Medina en Calasanz, aprendió allí bordado en cinta sobre paño, pedrería y pintura sobre vinilo.

Como su “famiemresa” –dice Marta- creció, entró a los programas de la Alcaldía, llamado “Emprendedores” y también con el Sena a estudiar y luego hacer exposiciones de su obra.

“Abrí créditos con el banco caja social y Bancamía, para comprar materia prima para confeccionar mi lencería, telas manteles, tendidos para cama cojines carpetas, pincelaría, sesgo, argollas acrílicas, tijeras, arolas para bordar, agujas de todo un poco, estoy trabajando topiarios, unos arbolitos pequeños en cintas matero pequeño, sobre balso de 9mm,y carpetas en cintas .

Los materiales que utiliza son pinturas y vinilos, los cuales compra en “Pinturas Panafargo”, “Arte y Cerámica”, en Simón Bolívar y en el Centro .

En la actualidad venden Marta y Amparo venden sus cojines en cinta sobre tela por $90.000, además llevan los cuadros en punto de cruz a Cali, el último que vendieron costaba entre $600.000 y $700.000 , conservan en el corredor de su casa unos cuadros en punto de cruz que no venden a nadie ni por un millón de pesos.

“Marta le vendió muy buena cantidad a la viuda de Pacho Herrera, tenemos 4 o 5 cuadros allá, Ricardo mi sobrino le compró cualquier carpeta pequeña para u detalle y ella la vio y dijo que necesitaba la conexión, esa vez vendió casi millón y medio en carpetería. Yo llevé un cuadrito de caballos pequeño y se lo mostré, me dijo: “¡ve! están muy bonitos los caballos”, lo puso por allá en un rinconcito y dije este ya no me lo vendí, me fue mal a mí. “¿Este cuánto vale?, dije $750.000, y me dijo “eso tan barato por ese trabajo que tiene, ¿lo vende?”, y yo le dije se lo vendo, y pan me dio $850.000 mil pesos y me encargó dos o tres cabezas más de caballos que le hice” cuenta Amparo.

Por el momento, van cada Diciembre a Manizales a vender sus productos, sin contar lo que mandan para Estados Unidos, Venezuela y Canadá.

Amparo, Marta y Rocío continúan haciendo su trabajo ero esta vez como un hobbie por que la vida les ha cambiado mucho, sin embargo cada producto nuevo es excepcionalmente perfecto, sin una mancha, sin un doblez, sin nada. Su casa parece un museo de tantos trabajos que tienen expuestos allí, por esto lo consideran una galería que tiene que cuidar cada fin de semana cuando llegan sus pequeños sobrinitos.

Amparo a sus 59 años luce un poco cansada, la vida le ha dado duro, pero ella considera que esta tranquila, es de pelo corto muy corto y negro azabache, y desde que la conocen siempre lleva puestas las mismas aretas de oro en forma de aro y su reloj diminuto marca D´mario. Su caminar lento deja ver sus años y las dolencias en sus piernas por caminar el centro y montar en bus casi todos los días.

Rocío por su parte trabaja en Mi Buñuelo un turno al día, por lo tanto su olor a buñuelo ya es característico. Sus sobrinos la adoran y la consideran una nana que ve por ellos. Cada vez que abre su closet que parece una caja de Pandora, saca sus deliciosas chocolatinas y se ve su montón de desorden que cada sobrino desea secretamente heredar algún día. Sus lentes dejan ver sus ojos chiquitos por el exceso de cansancio, y su pelo amarillo siempre recogido, parece una colita no de caballo sino de poni.

Marta a pesar de ser hermana de Rocío no se parece en nada a ella, es muy glamurosa, siempre esta de tacones altos, muy altos, y sus trajes de sastre favoritos son de color tierra. A ella nunca se le ha visto con las uñas despintadas, siempre las tiene largas y de color vino tinto. Su rostro está muy conservado debido a una diaria rutina de belleza.

Estas tres mujeres son las encargadas de sacar a su familia adelante con esfuerzo y dedicación. Esperan con todo su corazón, que las personas sigan valorando las manualidades que realizan con tanto amor, sus sueños se reducen en tener su propio y gran taller para realizar sus grandes obras, pero sobre todo, que esta tradición siga con algún miembro de la familia.

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