viernes, 29 de abril de 2011

La cultura sabe a Tinto

Por Susana Tinoco Atencia

Jueves, cuarto día de la semana, por lo general la gente trabaja este día, pero hace poco tiempo se convirtió en un día más del fin de semana. Eran las 9:00, cuando decidí con mis dos amigos, Laura y Sebastián para ir al parque lleras. No había mucho dinero pero queríamos distraernos. ¿A qué lugar ir?, ese era el dilema. El plan no era rumbear, más bien conversar y relajarse. Cómo encontrar en el parque lleras un lugar sin algarabía, sin luces estrambóticas, o con un volumen de música en decibeles normales, ¿Dónde?

Pronto recordé un papel que me dieron hace dos meses a la salida de la universidad, con la promoción de un lugar. La actitud típica al recibir esas publicidades es doblarlas y meterlas en el maletín, y esa vez no fue la excepción. Ese día, en la noche, al llegar a casa, lo miré y leí lo interesante y novedoso que planteaba aquel lugar, ¨ Café Bar cultural, Tinto Tintero¨, que novedoso nombre pensé y fue en ese momento que dije la opción de ir para allá a mis amigos.
- Hey vamos a este bar, a Tinto Tintero –sugerí a mis amigos

- Pues vamos a ver qué tal –respondió Sebastián.
Nos subimos a un taxi y le dije al taxista que me llevara a la calle 8 número 36-14. Él no sabía del lugar pero nos llevó a la dirección. Nos bajamos y empezamos a caminar pues no encontrábamos la dirección exacta. En la misma calle 8, no estaba el lugar, por lo que nos metimos en un callejoncito. Allí había otro tipo de bares, eran distintos, no había gente bailando, sino conversando tomando vino o un trago, y preciso llegamos a Tinto Tintero. Al llegar, se siente una tranquilidad inexplicable, un ambiente sutil y armonizante. De fondo se escuchaba un jazz delicioso de escuchar, por lo que no dudamos de entrar enseguida.

El lugar es relativamente pequeño, pero lo acompañan ocho mesas que están afuera del establecimiento. Adentro había una pequeña biblioteca, llena de libros de todos los temas, me pareció muy curioso pues que tipo de bar tiene una biblioteca en su interior. Al lado de la curiosa biblioteca había unos sofás muy cómodos perfectos para leer.

Al frente de los sillones estaba la cocina, donde había una mujer preparando los platos de la carta y así mismo sirviendo los tragos que pedían los clientes. También había un espacio vacío, en donde había un teclado y unos cables de sonido. No hay que ser tan inteligente para deducir que allí se tocaba música en vivo, eso lo decía en el papelito, en la programación. Pude observar la decoración, había cuadros psicodélicos, la iluminación era cálida, pues se observaba un naranja amarilloso, al entrar.

Luego de mirar un poco el nuevo lugar, nos sentamos en una mesa. En el centro de esta, había una sencilla vela blanca, la cual contagia de serenidad al sentarse. Miré las caras de Laura y de Sebastián, vi en sus ojos que les agradaba el lugar, me sorprendió de Sebastián, ya que a él le encanta la rumba firme, la música fuerte, con reggaetón, salsa y vallenato. Había solo un mesero, y un señor que se paseaba de mesa en mesa, tenía aspecto de extranjero.

Al llegar el mesero con la carta, pregunte curiosamente si el señor extranjero era el dueño del lugar, y esté afirmo con la cabeza. La verdad tenía mucha curiosidad esa noche, quería saber cómo era que encajaba un lugar así en Medellín y mucho más en el ¨Lleras¨. Como buena estudiante de comunicación social, quería información, así que entre Sebastián y yo, llamamos al dueño, al señor David Campbell, para que nos contara más acerca del lugar.

Muy amablemente, un canadiense de ojos azules y cabello castaño claro, cogió una silla y se sentó en nuestra mesa. Puso su cerveza, casi terminada en la mesa y nos contó la maravillosa historia de Tinto Tintero. David nos contó que había recorrido muchos países de todo el mundo, y que llegó a Medellín para aceptar un trabajo de profesor de ingles en el colegio Marymount. Él siempre había tenido la idea de realizar un café bar cultural, pues como experto en historia y literatura, le pareció innovador traer esta opción a Medellín.

Para él, su novia es el corazón del negocio y una de las razones para que David cumpliera el sueño de construir un espacio de enriquecimiento cultural.

Con su sonrisa picara dijo: “La verdad, yo quería un lugar donde la gente viniera a conversar, a relajarse, para salir de la monotonía del día. Pero no llegar a un ambiente ruidoso, sino al contrario, encontrarse con un ambiente calmado y lo más importante también didáctico y en donde se pueda esparcir conocimiento”.

Como lo decía el papel de promoción, había una oferta tentadora llena de cultura, diversión y aprendizaje. Era un “detodito” de opciones para todas las edades. Los domingos, cine internacional de películas clásicas con crispetas y entrada libre. El martes conversatorios en inglés, de diversos temas como arte, literatura, filosofía, historia, en donde David comentaba que son muy enriquecedores para practicar y aprender ingles y por ende dichos temas. Los jueves de Jazz Jam, una deliciosa música para escuchar y tener amenos encuentros. Los viernes un carrusel de cocteles para divertirse con los amigos, pues cada 10 minutos hay promoción de 2x1, para probar todos los tragos del lugar. Y el sábado, lo que no puede faltar, música en vivo, en donde hay reggae, rock clásico y otros ritmos.

En mi mente pensé, ¿A qué persona no le gustaría venir aquí?, pues lo había todo, no solo se divierte uno conversando sino que también puede venir otros días a conocer de literatura, arte, cine, filosofía o simplemente intercambiar tipos de pensamientos entre la gente visitante.

Además del prototipo de bar que ofrece Tinto Tintero, no solo son cervezas, aguardientes y tequilas, también ofrece en su carta, sándwiches gratinados (de pollo, verduras, beef), y postres (pan de banano, postre de chocolate) para el deleite del cliente. ¨Así que el que no venga en plan de quedar tirado en el piso de lo borracho, puede comer platos exquisitos¨, decía Campbell al conversar con nosotros.

Campbell nos decía que hace una semana estaban celebrando el aniversario del café bar, que nació en noviembre del 2008 con las mejores energías puestas. Mientras el extranjero nos hablaba, no pude evitar mirar a las personas que frecuentaban el lugar, más que clientes frecuentes, eran amigos cercanos, con risas y abrazos fuertes.

A pesar de que los vecinos del barrio donde se sitúa nuestro café bar se quejan por los conciertos en vivo del lugar, esto no ha sido impedimento para que lleguen jóvenes, adultos y ancianos a todas las actividades del Café. ¿Por qué Tinto Tintero?, le pregunté a David, y él me dijo que le encantaba el café colombiano en todas sus denominación, y más el tinto, y tintero porque no sabía el significado de esa palabra por lo que le pareció chistoso juntarlas.

Cuando se hacen los conversatorios y las muestras de cine, el lugar se llena, y la falta de sillas tampoco es impedimento para la actividad del día. Cuenta Campbell que las personas se sientan en el piso a escuchar, otros a compartir experiencias y conocimientos.

Lo maravilloso de esa noche fue enterarme de todo lo que nos contó David, y al mismo tiempo nos hizo caer en cuenta de lo importante que son estos espacios en Medellín y en la misma Colombia. No todo es rumba fuerte hasta las 3:00 de la mañana, también hay que darle espacio a ese enriquecimiento personal cultural, pues la cultura transforma al ser humano, lo hace más integro y más sabio dentro de la vida misma.

Luego de hablarnos amenamente, David se retiró y se sentó en otra mesa con unos amigos de él. Nosotros seguimos disfrutando de la música. Cómo ya habíamos comido, estábamos llenos por lo que no podíamos probar los platos que ofrecía el café bar, por lo que Laura pidió una cerveza Club Colombia y Sebastián pidió una cerveza Pilsen michelada. Yo simplemente percibía con mis sentidos todo lo que acontecía en mí alrededor.

Mientras ellos conversaban sobre ganar las materias de matemáticas y macroeconomía, yo solo me dejaba llevar por el jazz de fondo, las velas acompañantes y toda una cultura acobijándome. David nos decía que con este café bar, quiso sembrar una semilla y compartir su cultura.

Después del ameno rato que pasamos allí, nos despedimos del David, del arte, de la literatura, de la música, pero prometí volver porque espacios como estos debemos aprovecharlos, pues la cultura es la esencia del ser humano.

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