Por Ana Maria Giraldo Figueroa
El celular sonó: “Ey Ana, ¿qué más? Para avisarte que el taller comienza este viernes a las 4 p.m. en la UPB. Cuando estés allí me marcas y yo salgo por vos”. Lo recuerdo muy bien. Emocionada fui ese día y confieso que iba con la idea del típico taller de poesía en el que leeríamos algunos poemas, los cuales estaría por conocer porque la verdad no conozco muchos de los poetas más celebres de la historia… Además de escribir y pasar una tarde totalmente bohemia… Pero el taller fue totalmente distinto.
Era con un enfoque más vivencial y dinámico. Sebastián nos aclaro que los talleres iban a ser enfocados en la infancia. ¿Cómo es eso?, me pregunté.
Comenzamos a hablar. Unos decían que la infancia era inocencia; otros, lo que perdimos y añoramos; lo que podemos ser, si queremos, en el corazón… Y luego de hablar porque era esto, ni siquiera eran cosas voladas, por decirlo así, sino nuestra opinión personal. Al finalizar la reunión leyó El cuidador de rebaños de Alberto Caeiro, lo que me atrapó totalmente.
Los siguientes talleres fueron algo así como lo atípico de un taller de poesía, a excepción de que Sebastián de vez en cuando leía fragmentos de Benedetti; El Principito “sólo se ve bien con los ojos del corazón…” o del diccionario de los niños: “Tristeza: cuando mi mamá se va y no dice para donde; Colombia: un partido de fútbol…”.
En una ocasión al taller asistieron dos desmovilizados de las Autodefensas Unidas de Colombia, quienes dieron su testimonio. En otro encuentro se nos vendó los ojos y nos concentramos en sentir y degustar unas frutas que Sebastián pasaba, no sin antes decirnos las funciones de cada una de ellas. Con los ojos cerrados nos indicaba que sintiéramos simplemente y de pronto leía un fragmento de algún poema.
Otro viernes hablamos sobre qué es para nosotros la fidelidad. Sebastián dijo que era ser congruentes con lo que pensamos de nosotros mismos y ser consecuentes con lo que hacemos. En otro taller tratamos la dignidad...
De esta manera me fui dando cuenta de que la poesía era la vida misma, ser observador, estar despierto y atento, desde un canto de los pájaros al atardecer, como Sebastián nos lo hacía notar cuando finalizaba la reunión alrededor de las 6 p.m. y nos resaltaba que cada cosa tenía su tiempo y ya los pájaros nos avisaban el atardecer, así como nosotros también atardecíamos, hasta el sonido de las maquinas y fabricas de la ciudad.
La poesía es ser sensible a la continua evolución del mundo y de nosotros mismos como seres humanos; sin embargo, es difícil definirla realmente, como es difícil definir el amor...
Quise hacer esta introducción para contextualizarlos pero en realidad no es de mí de quien voy a hablar, es acerca del amigo que les mencioné, Sebastián Quijano, quien nació el 30 de septiembre de 1989 en Medellín.
“Soy Oriundo antioqueño”. Así se describe. Vive en El Poblado, en la transversal inferior, con sus padres y su hermano Juan Esteban, quien estudia geología en EAFIT. Sebastián mide aproximadamente 1.70, es atlético, rubio, de ojos azules, es muy simpático y sociable. A simple vista nadie pensaría que estudia Filosofía y Letras y Ciencias Políticas, ni que es un poeta de pasión, con un corazón tan sensible como la poesía misma. Él dice que las personas piensan que estudia administración o que rumbea con frecuencia y se mofa de la ironía que es su vida.
“Yo soy fanático de la poesía, me gusta mucho escribir y leer, compartir con mis amigos ese espacio es uno de mis disfrutes cotidianos”, dice Sebastián. Ese es su mayor disfrute, pero también es un joven deportista: “Hago de todo un poquito, pero ante todo practico artes marciales con un compañero que es primer dan en taekwondo; además, algunas veces entrenamos boxeo, es más por el disfrute y la dispersión. Mucha energía, mucha energía… hay que quemar todo eso”.
Está soltero porque afirma que aunque el desarrollo del amor es una parte importante del ser humano, en este momento no es su prioridad. “Tengo otros amores que satisfacer”, dice con una sonrisa.
Entre esos amores, y al que le dedica la mayoría de su tiempo en estos momentos, está Cultivarte, que por ahora es una red de cultura y artes en la que se incluyen talleres y grupos de poesía -el que describí antes- teatro, dibujo, política. Todos ellos gratuitos y en su mayoría integrados por jóvenes.
“Yo llevaba dos años echándole cabeza para generar una labor social sostenible, por hacerle una crítica a la pedagogía, las labores cotidianas que buscan más que todo solucionar formas; por ejemplo, las labores sociales dan siempre comida, juguetes, ropa, casas… pero eso al fin y al cabo mejora una forma del ser humano pero no un contenido como tal”. Así fue como Sebastián me contó que le surgió la idea para este proyecto.
Dice que la pedagogía está cerrando espacios, se le abre sólo a quienes tienen posibilidad económica y la forma de impartir enseñanza se ha vuelto un medio económico: “Es necesario, todos necesitamos vivir y ellos también, obviamente. El conocimiento es tal vez con lo que ellos ganan dinero pero a la vez no nos cuesta nada y compartirlo es muy importante. Dejamos a veces a las personas que tenemos a nuestro lado con hambre de conocimiento”.
A partir de estas críticas comenzó a construir esta fundación, lo que aclara que en realidad es cultivarte para generar una propuesta que logre satisfacer las necesidades de contenido y no de forma, como él lo describe. No lograba comprenderlo bien, entonces le dije que lo explicara mejor.
Dijo que el conocimiento otorga autonomía a las personas y por falta de ésta, muchas veces, se desencadena la violencia intrafamiliar, drogadicción; en varias ocasiones por falta de dinero, por hambre, por tristeza, por desamor, se incurre en esas problemáticas.
“A ti te dan una casa y eso no te va a arreglar el problema familiar, un desamor, ni la soledad ni el hambre. Incluso te pueden dar un plato de comida pero si tienes el corazón roto no te satisface realmente”. Así que se debe buscar una propuesta que le otorgue a las personas conocimiento, lo que a su vez le va a dar más autonomía y decir: yo no me quiero meter drogas porque puedo estar financiando el narcotráfico, el secuestro, la extorsión… la violencia entre las familias. Yo no me quiero tomar estos tragos porque si son malos tragos puedo llegar a mi casa a golpear a mi papá, a pelear con mi mamá, con mi novia, etc.
“La idea es generar una labor social de cultura y arte con la que se entregue conocimiento y se haga a las personas realmente autónomas. No vamos a hacer de la plata algo prioritario, la plata es algo más bien de forma y no de contenido, hace parte del ser, es un objeto, es un medio, no un fin. El fin en sí mismo es el hombre”.
Para esto Sebastián, como buen estudiante de filosofía, trae una alusión a Kant, quien decía: “Utiliza siempre a la persona como un fin y jamás como un medio, ya en tu persona, ya en cualquier otro, exaltando la virtud y desvalorando el precio”, es decir, otorgándole valor al ser humano, el cual no es cuantificable en dinero; ya la persona tiene un valor innato que se llama dignidad, por la cual merece respeto y solidaridad.
“La idea de cultivarte es que la plata pase a un segundo plano y nos hacemos la pregunta si de verdad podemos hacer una labor social sin dinero, pero entonces nos damos cuenta que tenemos ojos, manos, boca, conocimiento, con eso podemos ayudar fácilmente. Podemos contagiar de eso a las comunidades a las que vamos; si nosotros podemos hacer labor social sin plata entonces ellos van a poderlo hacerlo de una manera similar con sus conocimientos, sus capacidades y habilidades, y de esta manera comenzamos a regenerar tejido humano”, dice Sebastián.
Uno de sus amigos más cercanos, Juan Pablo Muñoz, lo describe así: “Es una excelente persona, pendiente de los demás, siempre a favor del bien social. Es muy consciente, Sebas es un ejemplo de un estudiante emprendedor que quiere hacer un cambio para el bienestar social”.
Alejandra Córdoba, su mano derecha en Cultivarte, dijo: “Sebastián es el hombre más sensato que he conocido durante mis 21 años de vida”. Sin embargo, ambos concuerdan que le falta ser más organizado, incluso él es consciente de ello.
Sebastián destaca su amor por la cultura y lo que más le gusta de Cultivarte es la integración interuniversitaria: “La idea es empezar a hacer festivales de poesía, debates políticos, conciertos de música… Hay varias formas de labor social, una es los eventos y la otra es la apertura gratuita de talleres de arte a la cual van personas sin pasajes y entre los jóvenes vendemos cosas para apoyarlos”.
Esta red pronto se convertirá en fundación. “El proyecto a corto plazo es volver a Cultivarte fundación, ya tenemos casi todo listo, en la Cámara de Comercio sólo falta pagar lo que se necesita”.
A corto plazo se le va a celebrar la Navidad a los niños en la vereda Arenales, en El Salado, en Envigado. Y a largo plazo afirma que “de aquí a cinco años el proyecto ya debería estar nacionalizado, ya tendría que haber uno en Bogotá y en Cali. Ya he hablado con varias personas en Bogotá que apenas comienzan a contagiarse con el proyecto. Pero primero que todo hay que comenzar a conseguir recursos para montar sedes. A cinco años ya debería haber una red física de Cultivarte y empezar a entablar relaciones con otras ciudades de acuerdo con sus necesidades”.
Muchos jóvenes como Sebastián quisieran hacer algo para ayudar a construir una mejor sociedad, pero se preguntan cómo hacerlo. Él manifiesta lo siguiente: “Antes que nada que se ayude a sí mismo, ¡que coma! Que no se quite el pan de la boca para dárselo a otro, pero puede compartirlo. Ánimo, fortaleza, que siga con esos ideales de labor social y tenga en cuenta que se debe luchar y construir diariamente”.
Quise preguntarle qué es cultura y me respondió: “Es una expresión humana en relación con el hombre, parte de la comunicación, parte del silencio, también es expresión y esta puede ser por medio del lenguaje, la palabra, la corporalidad, hasta la ausencia misma puede ser expresión. La cultura es parte de la expresión humana”.
Un ideal fuerte en su vida es hacer del proyecto de cultura y arte que genere un apoyo a las personas, al ser humano como tal: “Eso hace parte de mi vida, ese es mi almendro, mi laurel, más allá de mí mismo, es el otro. Es que no me siento concebido sin el otro, hasta la soledad hace parte de ese otro; ese desarrollo personal va ligado a ese desarrollo social, esos proyectos que impulso hacia afuera también hacerlo hacia adentro. Hacer de mis intenciones algo sostenible; también ser feliz con ello, que haga parte integral de lo que llevo en mi interior”.
En un futuro Sebastián Quijano piensa trabajar en la política y le gustaría viajar, pero dice: “Hay tantas necesidades en el país y en cada una de las personas que tendré mucho trabajo, hasta que me salgan las canitas”.
Entre sus proyectos está el lanzamiento de su primer libro Poemas caídos. Entre las muchas de sus frases se encuentra esta: “Poemas cardiacos llenos de sombra de infarto”.
Así es Sebastián, un joven príncipe que sin “nada” lo da “todo”.